¿Qué es y para qué sirve la psicología positiva?
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud implica un “estado completo de bienestar físico, psíquico y social, no la mera ausencia de enfermedad o minusvalía” (WHO, 1948). Desde la psicología, durante muchos años se ha trabajado en la reducción de síntomas. Por ello, las investigaciones mayoritariamente buscaban comprender y reducir el malestar, sesgando la visión de la disciplina hacia lo patológico (Vera, 2006).
La psicología positiva nace como respuesta a la necesidad de estudiar, más allá de la patología, aquellas variables que conducen al bienestar. Seligman y Csikszentmihalyi (2000) definen este área como el estudio científico de las emociones positivas, los rasgos positivos y el desarrollo de instituciones positivas. Es decir, el estudio de las virtudes y fortalezas humanas (Sheldon y King, 2001). A través del trabajo realizado desde este campo, se proponen intervenciones positivas que equilibren la reducción de síntomas y la promoción del bienestar, fortaleciendo y cultivando los recursos positivos ya existentes en el individuo.
De esta forma es posible implementar intervenciones que generen climas de bienestar a grupos de individuos desde el ámbito laboral o escolar. Las intervenciones propuestas para el último tratan de incrementar dimensiones positivas de los alumnos enseñándoles herramientas necesarias para tener una vida plena tanto a nivel académico como personal (Adler, 2017). Además, la incorporación de actividades para implementar el bienestar en escuelas reduce los síntomas de depresión en jóvenes (Seligman et al., 2009). Por lo que, si la educación positiva se integra en los contenidos escolares regulares, los alumnos aprenderán unas herramientas que probablemente puedan utilizar en un futuro en el ambiente laboral, o social, lo que conduce a una sociedad que progresa hacia un mayor bienestar.
Además, desde la psicología positiva se aportan nuevas respuestas a cuestiones ampliamente estudiadas en psicología. Por ejemplo, uno de los campos de estudio actualmente más destacado es el de las emociones positivas. Diversas investigaciones confirman que emociones como la tristeza, la ira o el asco tienen una función de adaptación: preservan la supervivencia y alarman al individuo ante un posible peligro(Montañés, 2005). Entonces, ¿tienen una función las emociones positivas? Fredrickson (1998) encontró que al igual que emociones como el miedo o la tristeza tienden a disminuir el foco atencional, las emociones positivas podrían ampliarlo. Propuso la Teoría de Ampliación y Construcción (Fredrickson, 2001), en la que se explica como una emoción positiva tiene la capacidad de fomentar un pensamiento más creativo y flexible, aumentar la motivación a la acción y las relaciones sociales y mejorar la salud tanto física como psicológica.
Cabe destacar que una de las mayores críticas a la Psicología Positiva es el rechazo de las emociones “negativas”. Sin embargo, esto es un gran error. El desarrollo de esta teoría, al igual que el estudio de las emociones positivas en general, no implica que las demás emociones sean “negativas”, puesto que poseen una función adaptativa necesaria para la supervivencia humana. Por tanto, cultivar emociones positivas no conlleva un rechazo de las emociones más desagradables. La psicología positiva no promueve una vida vacía o hedónica en la que se rechace el sufrimiento, sino que estudia qué variables personales y situacionales pueden llevar a una persona a crecer tras situaciones traumáticas o estresantes. De hecho, algunos ejemplos de esto es el estudio del crecimiento postraumático, la reconstrucción del sentido vital tras un trauma o la resiliencia (Vázquez, Castilla y Hervás, 2008; Park, 2013; Peterson, 2006).
El cultivo de los recursos positivos, las emociones positivas y el desarrollo de las fortalezas de carácter pueden ayudar al individuo a florecer y aumentar su bienestar. Teniendo en cuenta esto, el objetivo del terapeuta con un paciente está lejos de ser únicamente la reducción de los síntomas que le hayan traído a terapia, sino más bien aprender a construir una serie de técnicas para utilizar las potencialidades individuales de la forma más eficaz.
Recuerda que puedes contar con ayuda psicológica en Fuenlabrada contactando con Ctysm, expertos en Psicología infantil en Fuenlabrada.
Referencias
Adler, A. (2017). Positive education: Educating for academic success and for a fulfilling life. Psychologist Papers, 38 (1), 50-57.
Fredrickson, B. L. (1998). What good are positive emotions? Review of general psychology, 2(3), 300.
Fredrickson, B. L. (2001). The role of positive emotions in positive psychology: The broaden-and-build theory of positive emotions. American psychologist, 56(3), 218.
Montañés, M. C. (2005). Psicología de la emoción: el proceso emocional. Universidad de Valencia.
Park, C. L. (2013). The meaning making model: A framework for understanding meaning, spirituality, and stress-related growth in health psychology. European Health Psychologist, 15(2), 40-47.
Peterson, C (2006). A Primer in Positive Psychology. New York: oxford university Press Seligman, M. E., & Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology: An introduction(Vol. 55, No. 1, p. 5). American Psychological Association.
Seligman, M. E., Ernst, R. M., Gillham, J., Reivich, K., & Linkins, M. (2009). Positive education: Positive psychology and classroom interventions. Oxford review ofeducation, 35(3), 293-311.
Sheldon, K. M., & King, L. (2001). Why positive psychology is necessary. Americanpsychologist, 56(3), 216.
Vázquez, C., Castilla, C. y Hervás, G. (2008). “Reacciones frente al trauma:vulnerabilidad, resistencia y crecimiento”. En E. Fernández-Abascal (Ed.), Las emociones positivas (pp. 375-392). Madrid: Pirámide.
Vera Poseck, B. (2006). Psicología positiva: una nueva forma de entender la psicología. Papeles del psicólogo, 27(1).WORLD HEALTH ORGANIZATION (1948). “Preamble to the constitution of the World Health organization”. En Official records of the World Health Organization, no 2, p. 100. ginebra: World Health organization.